Voluntaria de CCONG
“ Siempre se lo digo a mis hijos, mi sueño fue ser madre e irme a
África. Yo las he cumplido las dos y me siento una afortunada de la
vida. “


Hoy estamos en Valencia, en casa de María. Desde donde vemos la Ciudad de las Artes y las Ciencias ¿María, tú eres de mar o de montaña?
Yo soy de mar, me encanta. Soy de Valencia y es como que el mar es parte de lo normal para mí tenerlo al lado. Soy una afortunada. Aunque estos últimos años, a causa de una enfermedad, la humedad no me sentía tan bien y me estoy haciendo un poco de montaña.
En el año 2007 fuiste a Malí por primera vez. ¿Nos puedes contar a qué te dedicabas en ese momento y cómo surgió la idea?
Yo trabajaba en una farmacia, me hice muy amiga de la propietaria y siempre le comentaba que me quería ir a África y al final ella y su hija se vinieron conmigo. Pensamos que al ser farmacéuticas podríamos ayudar en la farmacia del hospital y también llevábamos ropa para los niños.
¿En qué consistieron los proyectos que finalmente realizasteis en Malí?
Nuestro destino era el hospital de Hombori. Llevábamos medicamentos y nos dedicamos a organizar los que tenían allí. Había cierta desorganización en cuanto a las caducidades, que las apartamos y pusimos unos letreros con cada medicamento para qué servía e intentamos colaborar. Participamos además, a través de una iniciativa de CCONG, en repartir entre las mujeres de la comuna unos vales para asistencia sanitaria gratuita o medicamentos. Con el chofer íbamos por los poblados y allí a cada mujer le dábamos sus 5 vales.
¿Nos puedes contar algo del voluntariado que recuerdes con especial cariño?
En este viaje visitamos un orfanato y allí conocí a una niña que se llamaba Eleonor. Allí hay niños de hasta 2 años de edad. Eleonor tenía entonces 5 años y estaba allí a causa de unos problemas de salud que tenía. Nadie la había adoptado y la cuidaban allí. Esa niña tenía algo especial, la veía tan buena que me llegó al alma. Aunque no podía hablar, sabía expresarse y recuerdo que estando allí le pusieron por primera vez unas sandalias. Me dio mucha risa, yo creo que se veía rara y empezó como a taconear, a andar raro. Recuerdo que me dio mucha risa y cogerla en volandas. No me he olvidado de esta nena y le cuento de ella a mis hijos. Luego sé que faltó, tenía muchos problemas.
¿En el 2010 hiciste un segundo viaje y has seguido vinculada a CCONG desde entonces. ¿Cómo valoras el trabajo que pueden hacer las pequeñas ONG?
Creo que son fundamentales. Las grandes hacen maravillas, pero las pequeñas tengo la sensación de que pueden llegar a más gente. En las grandes te piden tantos requisitos que no se te da la oportunidad de que puedas dar lo poco que puedas dar. Y yo creo que un poquito de aquí y un poquito de allá al final acaba sumando. Lo que valoro de CCONG es que nunca me habéis dicho que no, veis la manera en que se puede hacer el proyecto y se saca adelante.
A lo largo de estos años, te has casado y has tenido 4 hijos. ¿Compartes esta experiencia con ellos?
Sí, lo comparto. Yo siempre digo que las dos cosas que he hecho bien en la vida han sido mi marido, conocerlo y ser madre con él de estos 4 hijos, y la otra es haberme ido a África. Siempre se lo digo a mis hijos, mi sueño fue ser madre e irme a África. Yo las he cumplido las dos y me siento una afortunada de la vida. Y les cuento cosas de mi experiencia allí. Para ellos son los mejores cuentos. Siempre quieren cuentos y, encima, los 4 a la vez. Entonces, hay veces que los junto y les cuento historias, pero se me olvidaban los cuentos y se me ocurrió empezar a contarles historias de mi vivencia en África y es que lo viven, les encanta, me lo vuelven a preguntar… Veo cómo a través de mí ven otra realidad y me sirve para educarlos. No todo son las matemáticas o la lengua, también es bueno educarlos para que valoren los bienes que se tienen.
¿Te gustaría poder ir a África con ellos?
Me encantaría. Cuando sean más mayores, sí


¿Qué crees que les aportaría a tus hijos hacer este viaje?
Intentaría que ellos aportaran algo allí. Intentaría que abrieran todos sus sentidos a vivir esta experiencia, que vieran otra realidad. Yo intento que a mis hijos les guste el deporte, pues quién sabe, quizás podrían llevar balones (mis hijos hacen baloncesto) o ropa, montar un campo para que puedan jugar. Al final, con un balón juega todo el poblado. Algo tan simple como esto podría llegar a todos. Bueno, que pensaran en posibles proyectos que ellos pudieran hacer allí.
¿Con quién te gustaría reencontrarte de tu viaje después de tantos años?
Yo soy fan de las mujeres africanas y, sobre todo, la maestra Fanta me pareció tan maja. A esa mujer deseo que le vaya muy bien porque es una mujer luchadora, tiene su familia, cogía la bicicleta para ir a dar clase a los diferentes poblados. La vi como una persona de admirar. También me acuerdo mucho de Amadou, que era el chófer que cogimos las dos veces que hemos ido y era como nuestro papá Amadou porque nos ayudaba en lo que hacía falta.
¿Qué te ha aportado a ti ser voluntaria?
La verdad es que yo me siento a veces mal porque pienso que he ido a África y es un poco egoísta porque yo no he hecho allí nada de admirar ni muchísimo menos. Al revés, yo he ido porque yo quería ir y es un sueño cumplido realmente. Que luego aparte les he podido ayudar con las medicinas, dar algunas cositas, juguetes… realmente para mí era una alegría ver las caras, ver las reacciones de los niños al recibir un regalo.
Entrevista y fotos de Noemí Jariod